de Su Eminencia Tikhon, Arzobispo de
Omsk y Siberia
A
Todos los Fieles Hijos de la Iglesia Verdadero-Ortodoxa Rusa, que moran en la
Patria y en el Extranjero.
Queridos
en el Señor, Compañeros Archipastores, Devotos Pastores, Estrictísimos Monjes,
y Piadoso Rebaño de la Iglesia Verdadero-Ortodoxa Rusa, felicito a todos
vosotros por la Festividad de la Natividad del Divino Niño Jesucristo.
Hoy
somos testigos de un Extraño Misterio, realmente sorprendente - El Eterno Ser
ha sido encarnado ahora, toma nuestra carne para hacernos partícipes de su Gloria,
para darnos su Espíritu, para santificarnos, nos concede su Espíritu para
salvarnos.
Glorifiquemos
la santa celebración de la presente festividad, porque hoy es demolido el yugo
de la antigua esclavitud, los demonios son arrojados a confusión, la muerte es
destruida, las puertas del paraíso han sido abiertas, es abolido todo
juramento, es vencido el pecado - la Vida Celestial ha descendido sobre la
tierra, porque el Mismo Dios ha descendido sobre la tierra, más el hombre es
elevado al Cielo. Dios se hizo hombre, sin dejar de ser Dios Mismo, el pesebre ha
contenido a Aquel, a Quien el cielo no puede comprehender, le es dado el mismo sustento
que recibe toda carne, por medio de leche de la Virgen, el Padre del Siglo
Venidero es cargado en los brazos de la Virgen. Oh, qué espectáculo ante
nuestros ojos – el pobre carpintero José, el pesebre, el Niño recién nacido,
pañales, una madre indefensa, sin contar con las cosas de primera necesidad – ¡indicios
de pobreza extrema por todas partes! ¡Pero cuanta riqueza hay en lo profundo de
esta pobreza! Sólo por amor a nosotros, pecadores, el Santísimo se ha hecho
pobre a sí Mismo. Pero de en medio de aquel pesebre, Él sacude al universo, revestido
con pañales, rompe las ataduras del pecado. Su boca apenas emite ininteligibles
sonidos, pero ya instruye a los Magos - ya los exhorta a aceptar la Fe en Él.
Acerca
de Él, mucho y claramente, hablaron los profetas, como el Pastor que apacentará
su rebaño; Quien en sus Brazos llevará a los pecadores como a corderos, y en su
Seno los llevará (Isaías 40:11), protegerá a su rebaño (Jeremías 31:10).
Para
comprender el propósito de su nacimiento en la tierra, y su actitud hacia los
hombres, el Mismo Salvador, dijo: “Yo soy el Buen Pastor, quien ha venido para
dar su vida por las ovejas” (S. Juan 10:11), Quien vino a buscar a la oveja
perdida, que habiéndola encontrado, se regocija más por ella, que por aquellas
otras que no se han descarriado (S. Mateo18:12). “Y las ovejas”, como dice el
Apóstol, “le siguen, porque conocen su voz" (S. Juan 10:4).
Y
a su Llamada acudieron los Apóstoles, el pequeño rebaño de los primeros
cristianos, y luego una gran cantidad de mártires, los padres del desierto y
las ovejas racionales, quienes buscaban al Buen Pastor. Y Él reunió a su rebaño
- su Iglesia: “y habrá un sólo
rebaño y un Sólo Pastor” (S. Juan 10:16). Por su Amor, Él ha establecido
pastores llenos del Espíritu, semejantes a Él, y los envió por todos los
confines del mundo para iluminar con la Luz del Evangelio a las naciones, que
yacían en oscuridad y en sombras de muerte, para encontrar a las ovejas perdidas,
instruirlas, amarlas y cuidarlas.
Y
hasta ahora, el Divino Niño Jesucristo, Quien se ha encarnado hoy, es la Cabeza
de su Iglesia, y desde Él, desde la Inmortal Cabeza de la Iglesia, y por todo el
Cuerpo de Ella, son derramadas las potencias vivificantes de la Gracia, cuales
nos alientan a la inmortalidad y la eternidad. En Ella yacen todos los santos
misterios y las santas virtudes, por los cuales somos purificados y renovados; regenerados,
santificados y salvados.
Y
cuando comprendemos la grandeza de la Iglesia de Cristo, la Cual ante el Nombre
de su Cabeza “se dobla toda rodilla de los que están en los cielos, y en la
tierra, y debajo de la tierra” (Filipenses 2:10), qué desconcierto, aunque
santo y conmovedor, nos puede invadir por medio de las palabras del Apóstol
Pablo acerca de Priscila y Aquila, y la Iglesia de su casa – “Saludad a
Priscila y a Aquila, y a la Iglesia de su casa” (Romanos 16:1-6)
Por
un lado – la extraordinaria grandeza de la Iglesia que es Una, Santa, Conciliar
y Apostólica, y por el otro, es como si Ella pudiera caber en las estrechas dimensiones
de la morada particular de Aquila y Priscila...
Esta
observación del Santo Apóstol acerca de Priscila y Aquila y la Iglesia de su
casa, tiene para nosotros, una enorme y divinamente revelada importancia, pues
indica que la existencia de la Iglesia de Cristo no radica en su tamaño
externo, ni en su grandeza terrenal, sino en aquello que, indudablemente,
contenía la iglesia domestica de Priscila y Aquila, a pesar de su pequeño
tamaño. En ella podían ser encontrados, la Verdadera Fe de Cristo, y la Gracia
de los Santos Misterios (N del T: Sacramentos), y el consenso con la Iglesia Universal
y el Ministerio Apostólico. Por consiguiente, el agua es siempre agua, ya sea
en el vasto océano, o en un río, en las nubes del cielo, o en una gota de
lluvia. La esencia del elemento agua es en todas partes siempre la misma.
Este
concepto dado por el Apóstol Pablo en su Epístola a los Romanos, es de especial
necesidad tenerlo en cuenta, cuando alguien comienza a medir la grandeza de su
iglesia local o nacional, su diócesis o su parroquia de acuerdo a sus dimensiones
territoriales, o cantidad de fieles, o riquezas y su esplendor externo. Para
estos casos de orgullo, es bueno traer a la memoria a Priscila y Aquila, y a la
iglesia de su casa.
Vivimos
en tiempos, en los cuales las personas que se autodenominan como cristianos son
indiferentes a las cuestiones eclesiástico-canónicas, dogmáticas y doctrinales,
quienes son indiferentes a los cuestionamientos sobre quién y cómo, y qué es lo
que se enseña, y a dónde ir. Lo más importante sería el templo y la cúpulas y
cruces sobre él, y dentro del templo un sacerdote “rito-cumplidor”, que esté
siempre dispuesto a bautizar, casar, enterrar, bendecir los hogares, de manera
de que, aunque estando verdaderamente con sus cuerpos en la Verdadera Iglesia
de Cristo, los corazón y las alma de estas personas no están en Ella, ni con su
Cabeza (N del T: Cristo). Ha venido el tiempo, en el cual ellos han dejado la
Casa de Jesucristo, para construir sus propias moradas.
Permitámonos
preguntarnos, cuando nos invaden orgullosos pensamientos acerca de la grandeza
de la Iglesia ¿Poseemos la indubitable fe en el Señor Jesucristo, Hijo de Dios?
¿Tenemos a Él como el Fundamento de su Iglesia, o nos inclinamos a admitir
otros fundamentos diferentes? ¿Participamos de la abundante Gracia de los
Santos Misterios (Sacramentos), por los cuales se lleva a cabo nuestra
salvación, o, como por ejemplo, los protestantes, los desdeñamos? ¿Guardamos
únicamente aquellos dogmas y cánones, aprobados por la Iglesia Universal en los
Concilios Ecuménicos, o, añadimos a ellos nuestras opiniones personales y
desviaciones, tal como lo hacen los católicos o protestantes, y de esta manera,
los rechazamos por completo? ¿Estamos con la Administración Eclesiástica bajo
la Autoridad de la Jerarquía Apostólica, o, como cismáticos y sectarios,
elegimos y suministramos para nosotros mismos, pastores y maestros, quienes sólo
nos alaguen el oído? He aquí, la manifestación de que una gran iglesia podría
ser la iglesia de los extraviados, mientras que una pequeña Iglesia podría ser
la Una y Verdadera.
La
Voluntad de Dios, manifestada a nosotros por medio de la Revelación Divina de
las Sagradas Escrituras y la Sagrada Tradición, consiste en la salvación del
hombre a través de la Encarnación, la Cruz y la Resurrección del Hijo de Dios,
Jesucristo. Regocijémonos hoy con todo nuestro ser, porque por su Natividad, ha
venido la salvación al género humano.
Acudamos
ahora al pesebre del Encarnado Divino Niño Jesucristo, purifiquémonos de todo
pecado, tratando de ser mejores por causa de Él y de su Nombre, perdonando a
quien nos haya ofendido, ayudando a los necesitados, respondiendo en el amor
del Divino Niño Nacido, con la hazaña (“podvig”)
del amor recíproco, para cantar junto a los ángeles:
“¡Gloria
a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”
+
Humilde TIKHON,
Por la Gracia de Dios
Arzobispo de Omsk y Siberia,
Natividad de Cristo,
25de Diciembre / 7 de enero de 2016/2017